jueves, 13 de diciembre de 2007



LAS DOS CARAS DE ÁFRICA

En el siglo XIX y en este siglo XXI debido a la gran cantidad de enfrentamientos bélicos y de muchas otras dolencias que han azotado a la humanidad, ocasionando pérdidas de vidas humanas y perjuicios aún más inconmensurables, ha resurgido la preocupación por encontrarle sentido a la bondad; si hay un Dios benevolente ¿Por qué existe el mal y el sufrimiento?, ¿Por qué la avaricia y el consumismo vuelven bestias a los hombres?

Lo que ocurre en
África es como una maldición bíblica: cuanto más ricos son los recursos naturales, más dependemos de ellos y más atraen la voracidad empresas trasnacionales monopolizadas del poder, el dinero, y hasta la vida de la gente pobre. El mundo solo logra ver una de las caras de África, la que movida por la ignorancia siembra localmente la corrupción, alimenta las contiendas entre insurgentes que ven la posibilidad de enriquecerse, se asienta la neocolonización económica y política del territorio, se justifica el activismo militar humanitario de las grandes potencias (sobre todo EE.UU.) y finalmente solo se consigue empeorar las condiciones de vida de la población en general incapacitada para salir de la pobreza, el subdesarrollo y la subordinación hacia el primer mundo. Duro destino el del continente africano, al que en esta fase de lucha interna le toca padecer contra el pillaje de sus inmensos recursos para satisfacer, entre otros, la insaciable glotonería del imperialismo dirigido por Washington y los monopolios joyeros de Europa que venden al mundo Diamantes de Guerra.

Aunque Marilin Monroe nos intentara convencer de lo contrario cuando cantaba “los diamantes son los mejores amigos de las mujeres”, en países como Sierra Leona o el Congo, las piedras preciosas y demás riquezas naturales solo podrán ser compañeros de viaje a los ultrajes, explotación y sangre de los desposeídos africanos, pues las tribus rivales y guerrillas se diputan el mineral para cambiarlo por armas. El atentado a Laurent Kabila, responde a ese contexto en el congo; el tráfico ilegal de diamantes mueve al año 400 millones de dólares.
Toda África parece naufragar en su propia riqueza, en una suerte de paradoja, el recurso natural que podría hacer de esta región una de las más prósperas del mundo, hace de ella en cambio; una de las zonas más pobres del planeta. Los cientos de millones de dólares que surgen del “comercio” ilegal de diamantes, están lejos de ser destinados a la asistencia económica y humanitaria, van a parar a manos de la guerrilla y los sombríos ejércitos que practican el trueque de diamantes por armas.

“Los diamantes son los mejores amigos de las guerrillas” sostuvo el Banco Mundial, en un informe sobre las causas económicas de los conflictos bélicos en el mundo, las guerras civiles africanas, son en general, atizadas por la lucha que libran los movimientos rebeldes y los gobiernos para dominar el comercio de los diamantes y otros productos primarios de gran valor, más que por diferencias políticas, étnicas y religiosas.

La avaricia domina la esencia y las entrañas de todo este monstruo, y la causa central de ello es la ignorancia humana. Entre 1991 y 2002, en Sierra Leona murieron violentamente más de 50,000 personas, muchos niños y mujeres entre ellos, más de 2 millones se vieron desplazados dentro de su propio país o se convirtieron en refugiados en otros países y miles fueron victimas de mutilaciones, violación y/o tortura. El conflicto comenzó en 1991 cuando los rebeldes empezaron con el robo de niños para convertirlos en soldados. La ONU reaccionó cuando la prensa mostró las fotos de niños y jóvenes a quienes se les había amputado las manos y los brazos como castigo.

Las minas de diamante de Sierra Leona, fueron descubiertas en 1930 y desde entonces, solo han servido a la excolonia inglesa, para fincar las campañas militares más salvajes de la historia moderna; sin embargo, la violencia y la muerte no han cesado a pesar de que el país no tiene calles, agua potable, electricidad, escuelas, ningún servicio; la mitad de su población está en exilio y la nación esta en cenizas, pues resulta, que la barbarie es lo inhumano: demasiado humano.

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